La
sociedad ha avanzado bastante en los últimos años y con ella la tecnología. Si
hiciéramos un gráfico que representase la evolución tecnológica no sería una
diagonal recta sino que sería una curva ascendiente cada vez más pronunciada. A
nivel tecnológico, para impresionar a alguien de los años 70 sería necesario viajar
a los años 2000 y enseñarle que escuchamos música en MP3, tenemos ordenadores
en casa, CDs, etc., es decir, hacen falta 30 años para impresionar a esa persona,
mientras que para impresionar a una persona de los años 2000 es suficiente con
viajar 15 años y enseñarle un Smartphone, que es básicamente como llevar un
ordenador en el bolsillo que nos permite incluso ver películas.
Sin
duda, la tecnología ha alcanzado también las aulas, incorporando tabletas,
ordenadores, aplicaciones móviles para comunicarse con las familias o para realizar
tareas escolares, etc., pero existe también la posibilidad de ir un poco más
allá, de eliminar las aulas y convertirnos en cibermaestros, de modo que la
manera de llegar a nuestro alumnado sea a través de una pantalla.
Esto
hace tiempo que se emplea en las universidades a distancia, aspecto que ha
brindado la oportunidad a muchos estudiantes de estudiar y compaginarlo con el
trabajo, con otros estudios, con la vida familiar, es decir, este modo de
enseñanza permite una mayor conciliación entre estudios y vida personal.
Sin
embargo, el avance tecnológico no se para en las universidades, sino que está
alcanzando las escuelas, ahora mediante clases de robótica educativa como
extraescolar y mediante la enseñanza de programación mediante el lenguaje
Scratch, pero en un futuro la inteligencia entrará a los centros escolares para
ayudar a los docentes en sus tareas.
Y,
¿cómo sería esto? Las máquinas inteligentes complementarán la labor del docente,
cambiando en cierta manera su cometido en el aula. Por ejemplo, estas máquinas son
capaces, ya hoy en día, de corregir exámenes o contestar las cuestiones del
alumnado mediante los llamados chatbots, sistemas de inteligencia artificial
con los que es posible mantener una conversación.
Imagen de Pixabay |
Pero
las posibilidades de estas máquinas inteligentes no terminan aquí, sino que, al
tratarse de sistemas de inteligencia artificial capaces de aprender sobre
gustos, preferencias, talentos, limitaciones, etc., pueden incluso proponer, en
el contexto del aula, tareas complementarias en vista de ciertos conocimientos
no afianzados, permitiendo así una enseñanza individualizada que atiende a las
necesidades del alumnado relativas con el contenido. Pueden identificar
debilidades generalizadas en el alumnado, de manera que el docente pueda modificar
su metodología y adaptarse a los alumnos y alumnas.
En
relación con esto, se han llegado a desarrollar incluso sistemas inteligentes
para trabajar con niños diagnosticados con Trastorno del Espectro del Autismo
(TEA). Por ejemplo, Milo, creado por Robots4Autism, está diseñado para enseñar comportamientos sociales e identificación
emocional a estudiantes de 5 a 17 años de edad que cumplan las habilidades de
requisito previo, tal y como indican en su página web oficial.
Robots4Autism Success Story: Children's Therapy Works from RoboKind on Vimeo.
Por otro
lado, también encontramos a Kaspar, desarrollado en la Universidad de
Hertfordshire, diseñado como un robot
expresivo que ofrece una forma de comunicación más predecible e inicialmente
repetitiva, cuyo objetivo es hacer que la interacción social sea más sencilla y
cómoda para el niño, como indican en la página web de la Universidad
dedicada a este robot.
Sin
embargo, hay que mencionar que no todo son ventajas, por ejemplo: el
profesorado carece de formación suficiente para incorporar de manera eficiente
esta tecnología a sus prácticas docentes, pero además tampoco tiene tiempo ni
conocimientos suficientes para escoger cuál de los sistemas sería el más
adecuado en su caso particular. A esto se le añade que los algoritmos que se
emplean normalmente solo los conocen y entienden quienes los han desarrollado.
Por
otro lado, actualmente existe un vacío normativo, es decir, no hay una
regulación específica. Esto puede suponer un problema en cuanto a la privacidad
de los datos recabados, que pueden ser robados y vendidos con fines comerciales,
además de que no está establecido el uso que puede hacerse de estos datos ni
las responsabilidades si se hace un mal uso de ellos, como tampoco se recoge la
propiedad de los mismos ni la manera de impugnar o eliminar la información de
la base de datos si en algún momento los implicados lo requieren. Además, faltaría establecer también los
criterios y obligaciones éticas y aceptables para el desarrollo de estos
productos, así como tener en cuenta las implicaciones éticas que puede suponer
el hecho de que los implicados en las decisiones que toman las máquinas
inteligentes no conozcan cómo se han tomado.
A
pesar de todo ello, hay que destacar que, ante los problemas mencionados, el Parlamento Europeo propuso a principios de 2017 unas
recomendaciones para hacerles frente y que quedan recogidos en la Resolución
del Parlamento Europeo, de 16 de febrero de 2017, con recomendaciones
destinadas a la Comisión sobre normas de Derecho civil sobre robótica.
Entre otras, se pide a la Comisión que proponga definiciones europeas comunes
en este ámbito, señala que hay ciertos riesgos que deben ser evaluados,
considera que el marco normativo debe actualizarse y completarse, y pide que se
estudie la posibilidad de designar una agencia europea para la robótica y la
inteligencia artificial.
En
definitiva, la inteligencia artificial no es más que una herramienta que
podemos emplear en el contexto de aprendizaje para hacer más dinámicas las
clases, extraer resultados sobre las lecciones (debilidades, mejoras, propuestas
de contenidos…), fomentar la comunicación entre docentes y alumnado, facilitar
la información a estos últimos, etc., aunque deberemos tener en cuenta ciertos
obstáculos que se nos plantean por el camino.
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