miércoles, 23 de enero de 2019

Inteligencia artificial en las aulas


La sociedad ha avanzado bastante en los últimos años y con ella la tecnología. Si hiciéramos un gráfico que representase la evolución tecnológica no sería una diagonal recta sino que sería una curva ascendiente cada vez más pronunciada. A nivel tecnológico, para impresionar a alguien de los años 70 sería necesario viajar a los años 2000 y enseñarle que escuchamos música en MP3, tenemos ordenadores en casa, CDs, etc., es decir, hacen falta 30 años para impresionar a esa persona, mientras que para impresionar a una persona de los años 2000 es suficiente con viajar 15 años y enseñarle un Smartphone, que es básicamente como llevar un ordenador en el bolsillo que nos permite incluso ver películas.
Sin duda, la tecnología ha alcanzado también las aulas, incorporando tabletas, ordenadores, aplicaciones móviles para comunicarse con las familias o para realizar tareas escolares, etc., pero existe también la posibilidad de ir un poco más allá, de eliminar las aulas y convertirnos en cibermaestros, de modo que la manera de llegar a nuestro alumnado sea a través de una pantalla.
Esto hace tiempo que se emplea en las universidades a distancia, aspecto que ha brindado la oportunidad a muchos estudiantes de estudiar y compaginarlo con el trabajo, con otros estudios, con la vida familiar, es decir, este modo de enseñanza permite una mayor conciliación entre estudios y vida personal.
Sin embargo, el avance tecnológico no se para en las universidades, sino que está alcanzando las escuelas, ahora mediante clases de robótica educativa como extraescolar y mediante la enseñanza de programación mediante el lenguaje Scratch, pero en un futuro la inteligencia entrará a los centros escolares para ayudar a los docentes en sus tareas.
Y, ¿cómo sería esto? Las máquinas inteligentes complementarán la labor del docente, cambiando en cierta manera su cometido en el aula. Por ejemplo, estas máquinas son capaces, ya hoy en día, de corregir exámenes o contestar las cuestiones del alumnado mediante los llamados chatbots, sistemas de inteligencia artificial con los que es posible mantener una conversación.
Imagen de Pixabay

Pero las posibilidades de estas máquinas inteligentes no terminan aquí, sino que, al tratarse de sistemas de inteligencia artificial capaces de aprender sobre gustos, preferencias, talentos, limitaciones, etc., pueden incluso proponer, en el contexto del aula, tareas complementarias en vista de ciertos conocimientos no afianzados, permitiendo así una enseñanza individualizada que atiende a las necesidades del alumnado relativas con el contenido. Pueden identificar debilidades generalizadas en el alumnado, de manera que el docente pueda modificar su metodología y adaptarse a los alumnos y alumnas.
En relación con esto, se han llegado a desarrollar incluso sistemas inteligentes para trabajar con niños diagnosticados con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA). Por ejemplo, Milo, creado por Robots4Autism, está diseñado para enseñar comportamientos sociales e identificación emocional a estudiantes de 5 a 17 años de edad que cumplan las habilidades de requisito previo, tal y como indican en su página web oficial. 
Robots4Autism Success Story: Children's Therapy Works from RoboKind on Vimeo.
Por otro lado, también encontramos a Kaspar, desarrollado en la Universidad de Hertfordshire, diseñado como un robot expresivo que ofrece una forma de comunicación más predecible e inicialmente repetitiva, cuyo objetivo es hacer que la interacción social sea más sencilla y cómoda para el niño, como indican en la página web de la Universidad dedicada a este robot.

Sin embargo, hay que mencionar que no todo son ventajas, por ejemplo: el profesorado carece de formación suficiente para incorporar de manera eficiente esta tecnología a sus prácticas docentes, pero además tampoco tiene tiempo ni conocimientos suficientes para escoger cuál de los sistemas sería el más adecuado en su caso particular. A esto se le añade que los algoritmos que se emplean normalmente solo los conocen y entienden quienes los han desarrollado.
Por otro lado, actualmente existe un vacío normativo, es decir, no hay una regulación específica. Esto puede suponer un problema en cuanto a la privacidad de los datos recabados, que pueden ser robados y vendidos con fines comerciales, además de que no está establecido el uso que puede hacerse de estos datos ni las responsabilidades si se hace un mal uso de ellos, como tampoco se recoge la propiedad de los mismos ni la manera de impugnar o eliminar la información de la base de datos si en algún momento los implicados lo requieren.  Además, faltaría establecer también los criterios y obligaciones éticas y aceptables para el desarrollo de estos productos, así como tener en cuenta las implicaciones éticas que puede suponer el hecho de que los implicados en las decisiones que toman las máquinas inteligentes no conozcan cómo se han tomado.
A pesar de todo ello, hay que destacar que, ante los problemas mencionados, el Parlamento Europeo propuso a principios de 2017 unas recomendaciones para hacerles frente y que quedan recogidos en la Resolución del Parlamento Europeo, de 16 de febrero de 2017, con recomendaciones destinadas a la Comisión sobre normas de Derecho civil sobre robótica. Entre otras, se pide a la Comisión que proponga definiciones europeas comunes en este ámbito, señala que hay ciertos riesgos que deben ser evaluados, considera que el marco normativo debe actualizarse y completarse, y pide que se estudie la posibilidad de designar una agencia europea para la robótica y la inteligencia artificial.
En definitiva, la inteligencia artificial no es más que una herramienta que podemos emplear en el contexto de aprendizaje para hacer más dinámicas las clases, extraer resultados sobre las lecciones (debilidades, mejoras, propuestas de contenidos…), fomentar la comunicación entre docentes y alumnado, facilitar la información a estos últimos, etc., aunque deberemos tener en cuenta ciertos obstáculos que se nos plantean por el camino.

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